Te
confieso que…
Cuando
el sueño se convierte en realidad, mujeres como Milva Orbegoso Collantes, lo
dejan todo para cumplir metas personales y para darle mejor calidad de vida a
sus padres. Nació en Jaén, Cajamarca y llegó a la capital limeña en el año
2000. Su tía “Mina”, a la que nunca conoció, fue la encargada de encontrarle su
nuevo trabajo en el distrito del Rímac.
“El
primer día de trabajo conocí a la señora Elizabeth, a su esposo y a sus dos
hijas pequeñas. Me dijo que yo no era su empleada si no su nueva amiga y cuidaría
la casa mientras ella no estaba, confieso que me asusté, porque mi madre me
enseñó que ser empleada del hogar sería lo mejor que me podría pasar y pensé
que ya no me querían en esa casa” comenta entre risas Milva.
El amor
fue a primera vista, Milva en la ciudad sentía vivir un cuento, donde la
protagonista sería ella. Y como en toda historia, el conflicto no tardó en
llegar. No se explica aún por qué alguien guardaba tanto odio y rencor sin apenas
conocerla.
“Me
sentía como en casa, yo nunca trabajé para nadie, solo repetía lo que mi mamá
me dijo. Lavar, planchar, limpiar, cocinar, cuidar la casa, a las niñas y mi
actividad favorita los primeros meses era ir al mercado, mientras miraba todas
las casas de colores y altas, pero un día me gritaron al oído ‘avanza chola que
estorbas´, lo escuché con odio”
La
familia que acogió a Milva era de clase media en ese entonces, un padre que
culminó la carrera universitaria con ciertos años de retraso, pero provechosa,
la esposa trabajaba como vendedora en tiendas Carsa, dos hijas en plena
pubertad y una abuela paterna joven que paraba la olla con un buen trabajo en
una empresa reconocida, como secretaria. Pronto notarían algo extraño en la
actitud de su nueva ayudante del hogar, nombre que preferían usar para
referirse a ella.
Elizabeth:
Milva, por favor, para el lonche anda al mercado, y compra un sol de jamonada, lo
que queda es para la lonchera de las chicas.
Milva:
Señora Elizabeth, disculpe, ¿puedo comprar en la tienda de la esquina?
(contenía el aire unos segundos)
Elizabeth:
¿Pasó algo que no quieres decirme?
Milva: Ahí (en el mercado) me insultan, dicen que por chola me van a dar monedas falsas de vuelto. “Chola” me gritan y a veces me empujan porque lloro.
Los ojos
de Milva reflejan la injusticia de una sociedad mal educada, y también sufrida,
y en la actualidad aún somos expertos en lo negativo.
Perú se
encuentra con los mayores índices de discriminación en Latinoamérica, según el
informe realizado por el Centro de Investigación de la Universidad Pacifico,
publicada en Ashanti Perú, detalla que el 39 % de peruanos es discriminado por
su condición étnica-racial, cuando el promedio de la región latinoamericana
alcanza el 36%.
No, no
son solo cifras. Los casos de discriminación por color de piel aún existen y lo
podemos observar día a día, inclusive en las redes sociales.
Pero ¿de
dónde vienen los cholos?
Bienvenidos
a “Chollywood”
Pasaron
los años y Milva se construyó una vida sin prejuicios a pesar de ser agredida
de forma verbal durante sus primeros meses en Lima, inclusive en la actualidad.
Pero, no todas las historias tienen un final feliz o un desenlace divino.
“No me
arrepiento del pasado como trabajadora del hogar, me arrepiento de no alzar la
voz cuando lo necesitaba. Me cholearon y pensaron que dolía la palabra, pero me
mataba el desprecio de alguien que no conocía en plena calle”, confiesa Milva
de 38 años junto a su hija Elizabeth, nombre que eligió por el cariño de la
madre de familia que la acogió en Lima.
La
discriminación que ejercemos en Perú podría ser la misma o equivalente a la que
se vive en Estados Unidos, entre americanos y latinos, gente que mira con
desprecio, no te quiere atender o que te preguntan si eres legal o por último
te ofende sin motivo alguno.
El
periodista y escritor Marcos Avilés propone un minidiccionario con palabras fusionadas
y un tanto modernas que se transformaron con el tiempo en el mundo del “cholo”.
Choledad:
es ese sentimiento de ser cholo, que a veces es trágico y a veces es feliz,
como de orgullo. Pero a veces puede ser una condena también, para la gente que
no quiere ser chola. Su choledad es algo tan triste…
Pitucholo/a (combinación
de "pituco", o persona de clase alta, con cholo): un cholo con plata.
Cholo
power: cholo triunfador o guapo. Una chola muy guapa, un cholo que es modelo,
exitoso.
Cholear:
es insultar a alguien usando el color y lo cholo como arma.
Chollywood:
es ese "Hollywood" formado por cholos.
La
palabra “Pitucholo/a” será la protagonista en la siguiente historia. ¡Atención!
Sin ir
muy lejos, el problema no solo es racial ni socioeconómico, aunque suene
increíble, los apellidos también entran en el saco de las decepciones.
Sandra
Chuquirimay, tiene 29 años y durante la etapa escolar sufrió de bullying, por el
apellido singular que posee y por el color de piel como punto extra para los
depredadores sin escrúpulos formados desde una temprana edad. Este caso, podría
concluir de forma alentadora, ya que Sandra pudo superar la etapa escolar sin
secuelas. Pero, no.
El problema llegó al culminar la carrera de Matemáticas en la Pontificia Universidad Católica del Perú, con la ilusión de cualquier egresado postuló a todas las opciones posibles, empresas privadas y públicas sin éxito alguno.
“Recibí una llamada un lunes a las nueve de la mañana, preguntaron por Sandra ´Chuqui´, de inmediato hice la corrección. Mi apellido es Chuquirimay dije, y escuché de fondo una serie carcajadas. Hice una pausa y no me sorprendió la reacción, lo que me sorprendió fue el desinterés repentino que vino después de corregir mi apellido y la entrevista telefónica se tornó fría sin éxito alguno”
En esa
instancia, Sandra no se sorprendió tanto, sin embargo, las llamadas aumentaron,
pero en casi todas ocurría algo similar, la confusión con el apellido y no
lograba superar dicho filtro. Pasó un año sin trabajo fijo y un verano más
tarde logró concretar una cita para una empresa reconocida.
Llegó el
día esperado, eligió su mejor traje, y con la puntualidad que la caracteriza
acudió a la empresa, el departamento de recursos humanos la recibió de manera
calidad, pero por unos minutos hubo un silencio incómodo, Sandra pensó que era
parte de la dinámica para probar quizás la actitud frente a la espera. La
encargada de la entrevista preguntó: “Disculpa, ¿tu apellido es Chuquirimay y
eres de la PUCP, correcto?, a lo que respondió con un si rotundo sin problema.
La
situación cambió de manera drástica y le pidieron unos breves minutos de espera
a Sandra. Mientras se dirigía a la sala del costado, escuchó lo siguiente: “No sabía
que en pleno siglo XXI existían las “pitucholas”, viene de una universidad
“ficha” pero es “chola”, “mejor demora hasta que se vaya tiene una buena cara
para el apellido que se maneja”, entre risas.
“Me fui
llorando y subí al primer taxi que encontré. Podrán decir que es baja
autoestima, pero no duele la palabra, duele el desprecio, duele el daño
emocional que le puede hacer un peruano a otro peruano” comenta Sandra.
Sandra
no tuvo el valor de denunciar a dicha empresa, y en la actualidad trabaja en una
compañía importante que es la competencia directa en Perú.
Dato: Según la encuesta a nivel nacional realizada en 2018, “Percepciones y actitudes sobre diversidad”, a cargo del Ministerio de Cultura, más del 50 % de peruanos se siente discriminado y 53 % considera que somos racistas.
Déjame
que te cuente…
Un
equipo de investigadores de la Universidad del Pacífico realizó un experimento
para medir la influencia del racismo en el proceso de contratación de personal
en empresas privadas. La investigación se llama “Discriminación laboral en
Lima: el rol de la belleza, la raza y el sexo” y para realizarla crearon unas
5.000 hojas de vida ficticias y las enviaron a compañías que buscaban
empleados.
Las
personas de apellidos de origen europeo y tez blanca que postulaban a puestos
profesionales recibieron 120% más de respuestas positivas que los postulantes
de tez marrón y apellidos indígenas. Es decir, cuando las compañías buscan
profesionales, prefieren con mayor frecuencia a las personas blancas que a las “cholas”.
A Sandra
la llamaron, pero al leer su apellido y conocerla en persona reaccionaron como
niños inmaduros cuando ríen a escondidas para no resultar castigados en el
colegio.
Lo que
hay en Perú es una gran mayoría mestiza que no se asume como tal o quizás se
asume mestiza de la boca para afuera y está obsesionada por ver cuán cholo
es el otro. Es algo que mantenemos de la colonia, donde se imponía la necesidad
de ser lo menos indio posible para pertenecer a la república que te daba
mayores beneficios: la de los blancos.
Y en el
mundo andino retratado por José María Arguedas se vería años después, por la
guerra con el grupo maoísta Sendero Luminoso, que dejó unos 70.000 muertos
entre 1980 y 2000.
Podríamos
llamar “buena nueva” a la siguiente noticia, pero, el sin sabor que nos deja al
final nos sugiere resetear ciertos conceptos.
El
Congreso de la República, publicó el 11 de junio de 2020, una ley aprobada,
contra el racismo y toda forma de discriminación racial, sin embargo, parece
que demoraron poco ya que países como México, Uruguay, Bolivia, Venezuela y
Argentina ya contaban con esta ley aprobada desde el 2011. ¡Ay, Perú! ¿Lento
pero seguro?
Dato:
Durante el año 2020, tres meses después de ser aprobada la ley, la congresista
Martha Chávez miembro del partido Fuerza Popular, discriminó de forma
escandalosa al ex primer ministro Francisco Zevallos con comentarios fuera de
contexto. “Como moqueguano y con rasgos andinos es una persona que debería
llevarse mejor con la población indígena de Bolivia” acotó la política Chávez.
Una vez
más, ¡como dueles Perú!
En
tiempos de pandemia el virus racista se ha multiplicado de manera abismal y
también ha desnudado prejuicios dormidos que golpean una vez más la realidad
peruana.
Milva
Orbegoso y Sandra Chuquirimay, pasaron por situaciones generadas desde el odio
y rechazo, racismo étnico y socioeconómico en su máxima expresión, y quizás
existen peores casos. Sin embargo, ellas no tendrán más una voz ausente ante el
abuso y discriminación.
Cholo
soy y no me compadezcas.
Todos
los caminos me llevan al arte, estudié Actuación en Buenos Aires, Argentina,
bailo marinera norteña desde niña. En la actualidad, estudio Periodismo y
medios digitales. Si no actúo, bailo; si no bailo, escribo, y si no, me reinvento.