El universo cachinesco poetizado
en «Asiento reservado» de Raúl Tikona
Más que presentar un ejercicio de crítica literaria, compartiré unas reflexiones personales en torno a la obra de nuestro poeta. Hablaré, entonces, desde mi experiencia como lector, una perspectiva de quien transita por la vida robándole puñados de tiempo y espacio para entregarse a la lectura. Solo la literatura tiene ese poder para sustraernos de los imperativos de la vida corriente. Y la poesía de Raúl Tikona es buena prueba de ello.
Raúl logra trascender a partir de la recreación lírica de vivencias de entraña familiar, también a través de la voz poética en primera persona y, acaso lo más deslumbrante del libro, el desdoblamiento del discurso literario, al estilo de Fernando Pessoa con sus afamados heterónimos. Este recurso permite al poeta dar vida y voz propia a los diferentes protagonistas que pueblan las páginas de su libro. Estamos, pues, ante un artífice de la palabra con influencias universales: se rastrean, también, las huellas de Walt Whitman, de sus hijos y nietos de apellido en español.
Tikona no se limita solo a la técnica esencialmente literaria de raíz occidental. Él se vale, asimismo, del ingenio de la calle limeña para pintar un paisaje más humano y cercano al lector. De ahí que, para ofrecer una denominación a cada una de sus creaciones, no duda en nombrarlos con travesura de adolescente y de barrio. Tenemos, así, entonces a: Alan Brito Delgado, Enrique Calle Barata, Armando Bronca Segura, Aquiles Brinco Fuertes, entre otros, que provocan una delicia lectora para quien los descubre y consigue adentrarse en sus testimonios.
En el libro que comentamos la inventiva criolla y la travesura verbal no son gratuitas. Suman a la vida de un paisaje más real en sintonía fiel con los microcosmos sociales de Tacora (La Cachina) y Ventanilla, el vasto arenal. Y ellas no están reñidas con la forma y el fondo que ofrece el poemario, todo lo contrario: generan una conexión de empatía con el ávido lector.
La cuestión de la forma y de la técnica es clave en «Asiento reservado». Cuando hablamos de técnica, nos referimos a la manera de ejecutar una tarea, al modo de hacer. La forma alude a la estructura que permite organizar bien ese modo de hacer. En materia literaria, la forma es el cómo se presenta el asunto literario y bajo qué coordenadas se expone un texto. Ambas facultades –forma y técnica– adquieren un relieve singular en el poemario de Tikona.
El libro empieza con una suerte de introducción titulada “Caja de cambios”, con los seis movimientos típicos de los automóviles, un anticipo de la dinámica y la movilidad poética presentes en el cuerpo principal del poemario, el mismo que se divide en cuatro partes que son las etapas del ciclo de la vida humana: El asiento de la infancia, la juventud, la adultez y la vejez. La intención es elocuente: esta poesía dibuja todo el transitar humano en el mundo, este mundo representativo de los bajos fondos limeños.
Cierra el libro con un apartado a modo de aforismos poéticos, “Pequeños boletos perdidos”; y lo remata con “Accidente de tránsito”, poema que tiene un final desolador que no te deja en paz: Tal vez la muerte sea / la mejor oportunidad para vivir sin papeletas. La muerte como último acto de libertad, acaso el último resquicio para alcanzar una plenitud desconocida, o como una resignación preferible a los condicionamientos de una sociedad indiferente y llena de prejuicios.
La poesía de Raúl Tikona respira la calle, penetra en sus intersticios más sensibles y luminosos, rescata la belleza del día a día por sobrevivir, que es la cruzada cotidiana de muchos pequeños comerciantes, pujantes chatarreros y familias enteras que navegan en el océano de la economía informal. Tikona, desde el simbolismo poético, los rescata y los dignifica dándoles un justo relieve humano y lírico.
Para graficar lo anterior cito unos versos del
poema “Zoila Bella Catacora”, a saber:
Eres
tú, tú la atractiva muchacha de segunda mano
que
tiene un no sé qué que me devuelve a la vida.
Eres
tú, tu corazón es una manzana prohibida en mi mano.
No puedo vivir contigo, no puedo vivir sin ti.
Es parte de un poema dedicado a una joven con los diecisiete años en la cara y el cuerpo; toda la adolescencia en la mirada, en el andar con su pantaloncito blanco, derramando lisura en Tacora. Al poeta no le impresiona tanto la belleza femenina per se, no se desarma por esa estética de la adolescencia, tan inconsciente en todos nosotros. No. Sus versos celebran la posibilidad de la realización masculina a través de la mujer, la esperanza del amor y del sexo, que es determinante en ese “Asiento de la juventud” en el que todos hemos apoyado las posaderas.
Por otro lado, hay poemas cuyos versos tienen un acento marcadamente existencial, como en “Armando Bronca Segura”, cito:
Sintetizar en un verso la experiencia humana es señal de grandeza poética. Esto lo digo sin ambages.
Se presenta otra mirada y temática en el poema “Alan Brito Delgado”, quien, mediante el latido poético, comparte su testimonio personal:
Y
en las calles, mientras el sol exprimía sus rayos
sobre
mi piel de arena,
disfrutaba
encontrar cobre en los cables,
pues así obtenía, por lo menos, ciencuenta céntimos de alegría.
Estas unidades poéticas convierten el dolor, la desesperanza, la inocencia de la niñez y la estrechez económica en belleza digna de ser leída en voz alta. Tikona logra capturar en palabras estas vivencias que enternecen hasta al lector más insensible.
En este sentido, su obra es capaz de dialogar con la herencia de aquella narrativa y poesía peruana sumergida en el realismo marginal a partir de la segunda mitad del siglo XX, especialmente la producida por Oswaldo Reynoso y el movimiento Hora Zero. También es una poesía que sabe recoger, metódicamente, influencias foráneas, como ya hemos mencionado en líneas arriba. Lo más importante, sin embargo, es que este libro destaca como un organismo con vida propia que va en paralelo con la realidad retratada, al mismo tiempo que la disecciona e interpreta mediante el ardid fabuloso que solo es posible con la poesía.
He aquí, pues, un libro de un escritor con
solvencia poética, merecedor de un público más amplio.
Por RENZO MIRANDA
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Raúl Tikona es educador y editor de la
revista Canto General. Ganó el I Concurso Nacional de Poesía Premio
Carola Bermúdez, organizado por Pléyades Ediciones. Obtuvo una mención honrosa
en el IV Concurso Nacional de Microrrelatos Bibliotecuento, organizado por la
Casa de la Literatura Peruana. Fue finalista en el II Concurso Nacional de
Cuento Centenario del Nacimiento de un Poeta Legendario, organizado por la
Asociación Nacional Antenor Samaniego Samaniego. Logró el segundo puesto como
profesor-asesor en la IX Maratón de Lectura Félix Huamán Cabrera, organizada
por la UNE. Es autor del poemario “Asiento reservado” (Lima, 2021).